“El compromiso es encontrarlos a todos”, expresó Ignacio Errandonea, vocero de Madres y Familiares, tras ver los restos óseos.
Un camino de tierra bordeado por eucaliptus conduce a la trinchera 892, donde el 30 de julio a las 13.05 las garras de una retroexcavadora destaparon los restos óseos del cuarto detenido desaparecido hallado en el Batallón 14, en Canelones, en una zona cautelada desde 2005 donde también fueron encontrados el maestro Julio Castro, Ricardo Blanco y Amelia Sanjurjo.
A diez metros del arroyo Meireles, sucio y sinuoso como el relato de los militares sobre el paradero de los desaparecidos, en un perímetro delimitado por cintas amarillas se encuentra la fosa clandestina en la que el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF), integrado por 12 antropólogos, trabaja durante el día y tambiéndurante la noche para extraer los restos. No hay tiempo que perder porque los huesos se deterioran rápidamente a la intemperie, explicó la coordinadora del grupo, Alicia Lusiardo.
Hay un elemento en común con los anteriores desenterramientos y es el hallazgo de abundante cal, indicó. En este caso, el cuerpo se colocó boca abajo, con los brazos a los costados, sobre una capa gruesa de cal, y se cubrió con el mismo material, a 90 centímetros de profundidad. Al igual que lo hicieron con Amelia, por encima colocaron una losa. Sin embargo, a Amelia la enterraron desnuda, mientras que en este caso se encontró tela de una camisa, y una tapita de refresco, que se cayó durante el entierro o que los responsables tiraron junto al cuerpo, detalló Lusiardo.
“Hay un patrón en común en términos de profundidades, en términos del uso de la cal, pero no así si hilamos más fino en cuanto al esfuerzo que se colocó para el ocultamiento”. En ese sentido, hay diferencia entre ambas márgenes del arroyo: donde encontraron a Amelia y a la última persona se observa la presencia de losa, indicó.
Sobre el mediodía de este jueves, de la piedra de cal todavía no habían sido extraídos los huesos de las manos ni los de los miembros inferiores.
Lusiardo señaló que en el cráneo presenta una fractura; no obstante, resta determinar si se trata de un traumatismo ocasionado en la tortura o asesinato, o si fue consecuencia de la excavación. “Sabemos que en el momento en que lo enterraron y lo cubrieron no volvió a ser perturbado hasta que nosotros lo encontramos”, detalló la antropóloga.
Determinar el perfil biológico, es decir, características como el sexo, la edad y la estatura, sólo será posible tras analizar los restos en el laboratorio, tarea que comenzará este lunes, cuando harán radiografías de los huesos y las piezas dentales seleccionadas. De acuerdo con la antropóloga, los restos se encuentran en buen estado y esto se debe a la cal, que si bien fue utilizada por los perpetradores de los crímenes para que no fuera posible reconocer a los desaparecidos en el corto plazo, contribuyó a la preservación del cuerpo y, por lo tanto, de la identidad en el tiempo.
Aunque es posible encontrar indicios del sexo de la persona por las particularidades de los huesos, el GIAF sigue un protocolo que establece que no se dé esa información hasta no tener total seguridad para no generar expectativas en los familiares, explicó la antropóloga.
“Las tareas se van a hacer en simultáneo, las de análisis en laboratorio con las de campo, que continúan con el vaciado total y la excavación de las trincheras que faltan de esta cuadrícula”, contó Lusiardo. “A su vez, hay más de 200 bolsas de sedimento asociado al enterramiento, que tiene cal y puede contener algún otro elemento de interés, que van a ser pasadas por un tamiz, a los efectos de verificar si hay algo que se incorpore como indicio o como evidencia a la investigación”, detalló la coordinadora del GIAF. El tamizado de los sedimentos llevará un par de semanas.
La zona cautelada tiene una extensión de 34 hectáreas, de las cuales aún no han sido intervenidas entre 23 y 24, por lo que “hay mucho todavía para investigar en esta zona”, señaló Lusiardo.
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Errandonea: “Los militares nos han mentido toda la vida”
Los primeros en ingresar al área cautelada fueron los integrantes de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, quienes llegaron juntos en un ómnibus sobre las 9.00 de este jueves.
“El compromiso de Madres y Familiares es que los vamos a encontrar a todos”, resaltó el integrante de la asociación, y llamó al “poder político” a ponerse “de una vez por todas a la altura y dejarse de buscar en gotitas, dejarse de la mezquindad de ‘yo hice más, yo hice menos’. Hacer acuerdos políticos para generar una política de Estado para exigir a las Fuerzas Armadas absolutamente toda la verdad. Sabemos y tenemos pruebas de que hay mucha documentación que no han entregado. Y es hora de que el poder político, de una vez por todas, dé la orden a las Fuerzas Armadas de que abran todos, pero absolutamente todos los archivos”, exclamó en rueda de prensa, el vocero de la asociación, Ignacio Errandonea.
Explicó que el Batallón 14 ha sido “señalado muchas veces como sitio de enterramiento”. Sin embargo, “los militares nos han mentido toda la vida, pero para que una mentira más o menos fuera un poco creíble, hay que ponerle una cuota de verdad”. En ese sentido, recordó que los militares señalaron al batallón como sitio de enterramiento “precisamente para decirnos que habían sido desenterrados, cremados y las cenizas esparcidas o románticamente tiradas al mar”.
“Gran mentira para decirnos: ‘No busquen más, muchachos, porque no los van a encontrar’. Y la prueba está acá. Los vamos encontrando, los encontramos en el [Batallón] 13, donde también nos dijeron que habían estado enterrados en el 13, que los habían desenterrado y traído para acá”, indicó.
Y manifestó: “Ahora, la pregunta, la angustia, la bronca, ¿cuál es? ¿Cuándo las Fuerzas Armadas van a decir toda la verdad? Las actuales Fuerzas Armadas, porque ellos tienen la información, ellos saben dónde están. Ellos pueden saber toda la información y terminar con este calvario de una vez por todas”.
El integrante de Madres y Familiares señaló que “los archivos existen” y que cuando la asociación los ha solicitado la respuesta no es que “no están más”, sino que “dicen: ‘No los tengo’. “Es sencillo, tenemos documentado, por ejemplo, que microfilmaron, no en el período de la dictadura, desde 1983 hasta por lo menos 2004, porque hay rollos de 2004; si hay un rollo número 1 y hay un rollo 3.074, ¿cuántos rollos hay? ¿Y por qué conocemos menos de la mitad? ¿Dónde está el resto? A eso no dan respuesta, y el poder político lo permite, no exige las respuestas, sabemos de otros archivos que existen y también pasa lo mismo”, cuestionó.