La discusión sobre cambios en bachilleratos

En el marco de una reforma curricular más amplia, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) anunció que reformará los bachilleratos de secundaria, lo que disparó distintos debates sobre la propuesta. Si bien en general existe acuerdo sobre la necesidad de transformaciones en la educación media, fue cuestionada la idea del presidente del Consejo Directivo Central (Codicen), Robert Silva, de contar con un bachillerato general. Además, hay actores de la educación que critican el mecanismo elegido por la ANEP para diseñar los cambios, que no priorizará el acuerdo social y político, según declaraciones que hizo el propio presidente de la República Luis Lacalle Pou.

El diagnóstico es conocido y, en general, compartido. Según los últimos datos difundidos por la ANEP, en 2019 la mitad de los liceales egresó de secundaria, pero si se tiene en cuenta a la población de jóvenes de 18 a 20 años, sólo 34,3% culmina la educación media superior. Ante este escenario el organismo que gestiona la educación pública está proyectando cambios curriculares, tal como resolvió el Codicen el 30 de junio. Aunque la resolución habla de la intención de generar instancias de “amplia participación” en el sistema educativo y la sociedad en general, las autoridades marcaron la cancha. El presidente del Codicen dejó en claro que su idea es la instalación de “un bachillerato general con competencias transversales”, según señaló en el programa Buen día de Canal 4. Esta semana, Lacalle Pou se refirió al tema y dijo que, más allá de la consulta a los actores del sistema educativo, “la decisión les corresponde a aquellos que fueron designados por la población para gobernar”.

Virginia Piedra Cueva, profesora y presidenta de la Asociación de Directivos de la Educación Secundaria Pública de Uruguay, considera que el cambio curricular es un cambio “fundamental”, pero no el único de los que precisa el sistema educativo uruguayo. Según dijo a la diaria, transformar la currícula es necesario porque “el mundo ha cambiado y la educación también tiene que evolucionar”. Señaló que “hace 50 años era lógico que los docentes tuvieran programas con la enumeración de los temas que debían trabajar”, pero esa realidad cambió y, en algunos temas, “los estudiantes tienen más información que los docentes”.

En su opinión, los liceos deben “pasar a ser espacios donde se construye el conocimiento, a partir de las experiencias de vida de los estudiantes y de lo que ellos saben”. Agregó que “por eso hoy existen tantas experiencias centradas en el trabajo interdisciplinar, en duplas y tríos, en experiencias que buscan salir del compartimento de la asignatura para abordar situaciones y problemas reales desde la complejidad”. En ese sentido, Piedra Cueva valoró que “se requiere una currícula que no actúe como freno”, y consideró que en la actualidad los programas son “una barrera a esas nuevas formas de enseñar”.

Por su parte, Antonio Romano, docente de Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Udelar) y exdirector de Planeamiento Educativo de la ANEP, considera que la de las actuales autoridades “es una teoría del cambio equivocada” y dijo que “ya se sabe que los cambios curriculares no traen necesariamente cambios en la enseñanza”. Según fundamentó, mediante los programas se puede ajustar la relación entre lo que se espera que se enseñe y un determinado proyecto de sociedad, pero no inciden en la forma en que se trabaja con los estudiantes. En esa línea, consideró que “el problema más grande de la educación media no está en el plan” sino en los regímenes de evaluación de pasaje de grado.

Debate político

Todos estos cambios también generarán un debate amplio en el sistema político. Felipe Schipani, diputado colorado, dijo a la diaria que su colectividad política “seguramente” plantee alternativas a las modificaciones curriculares; los otros partidos de la coalición harán lo mismo. En tanto, el FA adelantó que hará un exhaustivo análisis de la hoja de ruta planteada y, sucesivamente, de la propuesta en sí misma.

“Va a estar involucrado el sistema político, no se puede entender un cambio de esta magnitud sin su opinión y aporte”, dijo Schipani, y agregó: “Los aportes que se harán, evidentemente, partirán de la necesidad básica de generar un cambio. Nuestras bases curriculares son de un Uruguay de mediados del siglo XX. El parlamento va a ser partícipe de todo este proceso”.

Final de la media

Su tardía separación de la Udelar muestra que la educación secundaria fue gestada como un mecanismo de preparación y selección de los estudiantes que podrían ingresar a la universidad. El bachillerato diversificado, durante muchos años llamado “preparatorio”, es una de las muestras más claras. No obstante, Romano recuerda que, en sus orígenes, ese tramo de la educación media superior era común y “de ciencias y artes”. Según completó, la diversificación se va introduciendo después y de forma progresiva, a partir de nuevas carreras que se fueron creando en la Udelar.

Romano y Piedra Cueva coinciden en que, a partir de que en 2008 se declara la obligatoriedad de la educación media superior, la concepción propedéutica de los bachilleratos es puesta definitivamente en cuestión. “Una educación común debería ser pensada como parte de la formación básica de cualquier estudiante y no en relación con lo que viene después”, afirmó el exjerarca de ANEP, en el mismo sentido de lo que han señalado las actuales autoridades.

No obstante, Romano entiende que el derecho a la educación también incluye el nivel terciario, tramo que en los últimos años ha ido modificando las condiciones de ingreso. Según un relevamiento que realizó la ANEP en 2019, 69% de las carreras de la Udelar no exigen un bachillerato específico y 80% admite más de un bachillerato. No obstante, agregó que la estructura del bachillerato se mantuvo incambiada, por lo que quedó “desajustado” con la normativa universitaria.

Nicolás Bentancur, investigador en temas de política educativa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, dijo a la diaria que en el debate público sobre el tema muchas veces se asocia la culminación de la enseñanza media con la obtención de aprendizajes, lo que no necesariamente ocurre. Para el politólogo, la discusión sobre la reforma curricular de secundaria muestra una “pugna” entre “lo general y lo específico en el perfil de egreso” de ese tramo, que fue uno de los temas centrales del seminario Más Voces para la Educación Secundaria que se realizó en 2017 y cuya relatoría estuvo a cargo de Bentancur.

Según analizó, en un polo de esa pugna se ubican las posturas que defienden el carácter preuniversitario del bachillerato y en el otro las de quienes sostienen que ese tramo debe pensarse para formar recursos humanos y jóvenes preparados para la inserción laboral, postura que defienden las cámaras empresariales (ver recuadro). “Hay una tensión y en los polos ambas opciones son cuestionables”, sostuvo, ya que pensar el bachillerato como preparatorio para la universidad “es insuficiente y elitista”, mientras que orientarlo a una capacitación para el mercado laboral no tiene en cuenta la necesidad de “una formación social, intelectual y para el ejercicio de la ciudadanía”.

Empresarios piden “cambios profundos” para adaptarse al mercado

El presidente de la Confederación de las Cámaras Empresariales, Juan Martínez, ve con buenos ojos la hoja de ruta aprobada por el Codicen. En diálogo con la diaria, el empresario sostuvo que la educación “necesita cambios estructurales profundos” donde se enseñe “para el mundo de mañana con nuevas habilidades, con facilidad, con criterio innovador, emprendedor, donde no sea el estudiante un saco de memoria para cargar libros sino para saber crear y desempeñarse en las tareas que el siglo XXI impone”.

Martínez sostuvo que el planteo de Eduy21 es la reestructura que se necesita. El país, según el empresariado, necesita tener una capacitación distinta y reorientar la educación hacia lo que el mercado “exige” en cuanto a nuevas tecnologías: “Un país que apunta a la digitalización, a una inserción internacional con productos de alta calidad, necesita tener capacidad y habilidades instaladas a ese fin”, dijo Martínez.

En suma, el politólogo planteó que un segundo dilema se da entre conocimientos y competencias. En este caso, en los extremos se ubican, por un lado, “visiones más elitistas”, asociadas al peso de las disciplinas en la formación, que se contraponen a “visiones mucho más instrumentales de la educación”, dijo. Según explicó, en este último caso se plantea que no es necesario que los estudiantes sean formados en disciplinas como historia o educación social y cívica, sino más bien que tengan conocimientos de lengua, matemática, expresión y otras destrezas de tipo social.

La reforma que no fue

En 2019, el Codicen intentó impulsar cambios en bachillerato, pero no se concretaron. Romano, en ese entonces en la Dirección de Planeamiento Educativo del organismo, encargó un informe que encontró que 65% de la oferta de bachillerato de secundaria está compuesta por cursos comunes de áreas de conocimiento con poco vínculo con “la vida práctica”, según el documento al que accedió la diaria. El informe agrega que “la formación orientada y preparatoria de estudios superiores ocupa el 35% del tiempo escolar del Bachillerato Diversificado”.

La propuesta que se había diseñado desde la ANEP consistía en mantener los cursos comunes y que los estudiantes pudieran optar en el otro 35% por las materias específicas a cursar dentro de un menú previamente definido. “En lugar de obligarlos a elegir [una orientación en quinto de liceo], la idea era que pudieran explorar y que tampoco hubiera que introducir grandes modificaciones en términos de la oferta curricular”, explicó Romano.

Al mismo tiempo, se había acordado con la Udelar que en el caso de las carreras que exigen una orientación de bachillerato para su ingreso indicaran qué materias específicas debían cursar los estudiantes en secundaria para poder ingresar a la universidad.

Según Bentancur, un aspecto importante para que la reforma no se concretara es que fue impulsada al final del período de gobierno. Al respecto, el politólogo agregó que el modelo característico de elaboración de reformas en la educación de los gobiernos frenteamplistas apostó a generar consenso en la comunidad educativa antes que a imponer los cambios. “Naturalmente iba a ser un proceso muy largo, lo que no es un problema, el problema es que se empezó muy tarde”, dijo.

En suma, señaló que ocurrió algo similar con la elaboración de un marco curricular común, que se concretó en el último período de gobierno, “muy tardíamente”. “Existió muy poco tiempo y esfuerzos escasos para articularlo con una transformación educativa, que se procuró por otras vías: trabajo en territorio, protección de trayectorias educativas, pero no tocó las estructuras principales del bachillerato”, resumió.

Para el politólogo, el Frente Amplio (FA) “nunca incorporó el elemento tiempo en la ecuación” de la reforma, ni tampoco tuvo en cuenta “la idea de construir un verdadero plan de educación a mediano plazo, en el que las transformaciones pudieran ser graduales”, consensuadas y duraderas en el tiempo.

Hoja de ruta

Más allá de que las autoridades de la ANEP ya han expuesto alguna de las ideas de la reforma curricular, el camino elegido por el organismo para definir la propuesta está marcado por la conformación de equipos técnicos y la consulta a actores de dentro y fuera del sistema. Tanto Romano como Bentancur coinciden en que se trata de un mecanismo de reforma más cercano a lo tecnocrático, que puede generar cambios más rápido, pero menos duraderos en el tiempo. Al respecto, ambos señalaron que la opción por ese camino está determinada por la incidencia de la organización Eduy21.

En ese sentido, Bentancur señaló que dicho camino es similar al que se recorrió en la década del 90 con la reforma encabezada por Germán Rama. Según explicó, los cambios impulsados en ese momento tuvieron la ventaja de contar con aportes desde el saber técnico, “pero también límites por falta de construcción de apoyos sociales y políticos”. En esa línea, dijo que eso provocó que muchas de esas políticas “se desguazaran” poco tiempo después, ya no sólo en los gobiernos del FA sino también durante el gobierno colorado de Jorge Batlle. “Temo que estemos entrando en un ciclo de idas y venidas que es poco fructífero en el mediano plazo, que es donde se ponderan los cambios en la educación”, concluyó.

Por su parte, Piedra Cueva considera que es bueno que las transformaciones en educación “sean dialogadas”, porque quienes deben incorporarlas son los actores que están día a día en los centros educativos. “Si no estamos convencidos, si no hacemos un proceso que nos permita comprender y ser parte, opinar, participar de los cambios, termina ocurriendo lo que ya ocurrió otras veces: los cambios son resistidos y bloqueamos la posibilidad de transformar porque sentimos la transformación como impuesta”, indicó.

Precisamente, Javier Iglesias, integrante del Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes), entiende la reforma curricular como “una nueva medida inconsulta, tanto en las negociaciones colectivas como en las Asambleas Técnico Docentes”. Según agregó, la reformulación de un bachillerato general no es una reforma, sino que implica su eliminación. Para el dirigente, por detrás hay “un objetivo básicamente económico que es reducir las opciones, los grupos, abatir la inversión en educación y acompasar la estructura pedagógica de aprendizaje al recorte presupuestal bestial que este gobierno está imponiendo desde que asumió”.

Iglesias no es optimista sobre la posibilidad de aporte real que tendrán los sindicatos, ya que considera que tanto desde Codicen como desde la Dirección General de Secundaria han tomado una “estrategia” de convocar a los ámbitos de negociación, reunirse, “pero no negociar absolutamente nada”. “Cumplen con la formalidad, pero una vez que se convoca no hay negociación”, ilustró. En ese sentido, espera que la decisión se revierta y considera que el movimiento sindical deberá denunciar la situación y movilizarse si ello no se concreta.

Hoja de ruta es una “locura”, según liceales

Desde los gremios de estudiantes de secundaria ven con recelo la reforma para los bachilleratos. Mariano Portugau y Malena Pastorini, integrantes del movimiento estudiantil, dijeron a la diaria que es una reforma “enorme que cayó de la nada”, puesto que se enteraron por una nota publicada la semana pasada por El Observador. Portugau apuntó que es una “locura” lo que plantea la hoja de ruta del Codicen, dado que la educación pública se encuentra “sumamente vulnerada por la pandemia”. Por su parte, Pastorini dijo que si se aprueba esta reforma “se sacan muchos caminos de elección que se nos ha garantizado durante muchos años”. Para la estudiante, el mensaje por detrás es que “la cultura y las humanidades no son parte de la economía”.

Alternativas

La actual directora de planeamiento educativo de la ANEP, Adriana Aristimuño, fue más prudente que Silva a la hora de hablar de la propuesta. Según dijo el viernes en el programa Desayunos informales de Teledoce, no hay ideas cerradas sobre los bachilleratos, e hizo énfasis en el proceso de estudio técnico y consulta que se está iniciando. De todas formas, indicó que “una de las recomendaciones que hace la teoría curricular hoy es que cuanto más tarde decide el estudiante, mejor le va a ir”.

Para Piedra Cueva, las opciones que los estudiantes deben tomar en la educación media se realizan a una edad muy temprana, por lo que muchas veces no tienen del todo claro sus implicancias. Según explicó, en algunos casos “eligen en función de lo que hacen sus amigos, van en grupos a una orientación o hacia otra” y se pierden de pasar por áreas de conocimiento que quedan excluidas en esas orientaciones.

La profesora se mostró afín a un diseño como el que se aplica en Francia, por el que los estudiantes pueden “hacer un recorrido con base en opciones personales que les dan créditos y puedan combinar diferentes áreas de conocimiento”. En suma, valoró que el arte y las ciencias deberían ocupar un lugar más importante en la currícula, pero no necesariamente a través de la creación de bachilleratos específicos. Por ejemplo, habló de la posibilidad de que ambas áreas de conocimiento estén incorporadas a la formación transversal de los jóvenes a lo largo de su tránsito por el sistema educativo.

¿Qué piensa la Udelar?

En diálogo con la diaria, el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, valoró positivamente que se revea y se analice la pertinencia de los contenidos de los bachilleratos actuales. Por su parte, consideró que la discusión debe tener en cuenta la dimensión propedéutica de la formación de secundaria, ya que muchas de las carreras más antiguas y masivas de la institución “tienen bachilleratos habilitantes en este momento”.

“Cualquier proceso de reforma de bachillerato necesariamente repercute en muchas carreras de la Udelar. Parto de la base de que la voluntad de cambiar va a impulsarse en diálogo con la universidad”, señaló. En ese sentido, sostuvo que hay ámbitos de trabajo conjunto con la ANEP donde estos temas puede abordarse, algo que no ha ocurrido con las actuales autoridades. Hasta el momento, la coordinación ha sido “pertinente y eficaz”, pero la agenda interinstitucional ha estado ocupada con las consecuencias generadas por la pandemia de covid-19, señaló Arim.