Libros: de la crisis mundial de los fletes a la industria editorial uruguaya

Entre los escasos aspectos positivos de la pandemia de coronavirus se encuentra el aumento de la lectura alrededor del mundo. En España, por ejemplo, el porcentaje de personas mayores de 14 años que leyó al menos una vez por semana llegó hasta un máximo histórico de 57% durante los meses de confinamiento. Muchos lectores compraron sus volúmenes a través de internet, sin sospechar que el aumento del comercio electrónico en general terminaría afectando a la industria editorial.

Según cuenta El País de Madrid, la industria papelera reorientó su producción hacia el cartón para cajas, en detrimento de las bobinas de papel. A esto hay que sumarle las consecuencias de la pandemia en la gestión de bosques de Canadá y Noruega, que se encuentran entre los principales proveedores de materia prima. Esto llevó a que el precio de la pasta de papel aumentara 30% en este año, al menos en el país europeo. Las papeleras tienen atrasos de meses en las entregas y las imprentas también están atascadas por el buen volumen de ventas de los últimos tiempos, que aumentó la demanda tanto de títulos nuevos como de reimpresiones.

La situación es similar en Estados Unidos. En ambos casos se habla de una “tormenta perfecta” por la combinación de falta de insumos, caída de la masa trabajadora y aumento de la demanda. En el país del norte la venta de libros impresos creció 21% entre 2019 y 2021, cifra sin precedentes en la industria. Irónicamente, el aumento en las ventas de libros digitales en los últimos años había augurado el fin del libro en papel, por lo que muchas imprentas habían dejado de invertir en maquinaria para la impresión de libros y en la actualidad no dan abasto con los pedidos. A esto se suma el poder de negociación de Amazon, que pelea mejores precios a las editoriales y estas luego presionan a las imprentas. Las imprentas, mientras tanto, bajaron los sueldos de su personal para no perder ganancias, y los trabajadores de este sector terminaron emigrando a empresas que pagan sueldos ligeramente superiores. Como Amazon. Otra ironía.

En cuanto al aumento en el precio de la materia prima, un informe de la imprenta Sheridan suma a las causas mencionadas el retroceso del uso de productos plásticos en favor de los productos de papel, así como el cierre de plantas de celulosa y fábricas de papel en China debido a una iniciativa ambiental.

“Es una combinación de menos fábricas que producen papel para libros y una mayor demanda de pulpa de madera en otras partes, así que existe un problema tanto de precio como de oferta”, dijo Brian O’Leary, director ejecutivo de Book Industry Study Group. La iniciativa china también afectó el mercado de la tinta, insumo que aumentó su precio debido a la baja disponibilidad de productos como resinas, monómeros y aditivos.

En cuanto a los problemas de distribución, los principales puertos de Estados Unidos están teniendo retrasos de semanas para liberar contenedores, mientras que también faltan trabajadores que transporten la mercadería en camiones a lo largo del país. Además, aumentó el precio por almacenar la mercadería, de unos 3.000 a 20.000 dólares por contenedor, lo que significa que aquellas compañías que venden bienes de lujo pueden pagarlos, mientras que las que venden libros deben esforzarse por conseguir un espacio. Sin mencionar otros hechos disruptivos de la economía global, como el brexit o el barco protagonista de tantos memes que quedó atascado en el Canal de Suez.

De todos modos, la escasez de libros no se hará sentir por un tiempo. “El ciclo de publicación hace que los títulos se planifiquen con varios meses de antelación”, dijo al medio estadounidense Vox James Daunt, director de Barnes & Noble. Si bien las estanterías estarán completas para la temporada navideña, futuros lanzamientos vieron sus fechas de publicación pospuestas por semanas e incluso meses. Del mismo modo, aquellos títulos que agoten sus ediciones este año deberán esperar hasta 2022 para que lleguen nuevas copias.

La industria editorial tiene una gran ventaja sobre otros bienes: su durabilidad. “La realidad es que los libros son fantásticos porque no perecen y podés imprimir un montón de ellos por adelantado”, agregó Daunt. “Son increíblemente resistentes, así que se pueden enviar a través de las rutas más básicas de la cadena de suministro. No son frutillas, duraznos u otras cosas delicadas”.

El caso uruguayo

Uruguay comparte algunas de las dificultades expresadas por la prensa del primer mundo, sobre todo aquellas que ponen de manifiesto la dependencia de materiales importados. “Está pasando con todos los commodities y todas las materias primas que no son commodities. El mundo está dado vuelta y lo que está pasando con los insumos editoriales en particular es una locura”, dijo a la diaria Bruno Chebi, empresario del sector papelero.

“Uno de los grandes productores de papel es China, y está consumiendo una cantidad exorbitante de papel y cartulina, que hace que hayan subido de precio. Pero aparte de eso hay un problema de contenedores: hace dos años traer un contenedor de China a Uruguay costaba 2.000 dólares y hoy cuesta 15.000. Si vos le ponés 20.000 dólares de cualquier material, 50% más se te va en el flete. El flete de transporte mundial está totalmente enloquecido”.

Describió una situación en la que las fábricas están con sobreventas. “No sólo suben todos los meses, sino que te cancelan los pedidos y te reducen las órdenes. Es un caos como nunca vi en 30 años. No hay papel y lo que hay cuesta carísimo. Ahora estoy tratando desesperadamente de conseguir más papel, porque si no voy a tener que llamar a las imprentas que hacen libros para decirles: ‘Señores, no les voy a poder entregar. No van a poder hacer libros con papel ahuesado, van a tener que hacerlos en blanco. Y los que iban a hacer en un gramaje van a tener que hacerlo en otro, porque es el único que se consigue”.

Esta coyuntura fue confirmada por fuentes del sector de la imprenta, como Gráfica Mosca. Su gerente general, Javier Mosca, fue claro al mencionar el problema de abastecimiento. “No nos venden. Yo trabajaba con China, Europa y Sudamérica. En Europa ya no me están vendiendo, y lo poco que he podido conseguir no respeta las fechas de entrega. Además, no hay más acuerdo de precios: ahora me subieron 150 dólares la tonelada de un papel porque tienen problemas de energía y hay una cláusula por la que te pueden subir. Es una fábrica de papel europea de las más importantes del mundo la que hizo eso, para que tengan una idea de en qué está la cosa”. Se refiere al energy surcharge, que permite trasladar el valor del aumento de la energía eléctrica al valor del producto.

“Con los proveedores de Sudamérica todavía estamos pudiendo comprar algo. Nos venden menos, porque los cupos de ellos están saturados, probablemente porque están vendiendo a Europa también. Se llenan los cupos, se saturan las fábricas, y nosotros somos países que económicamente no somos fuertes. Una fábrica chilena que nos vende a nosotros a 1.200 dólares la tonelada está pudiendo venderle a Europa a 2.000, porque pueden pagarlo. Esto se extiende no sólo en [el sector] editorial, pero en editorial fue donde nos dimos cuenta más rápido, porque al tener bajo valor en material, utiliza un alto componente en fletes”.

Sobre el traslado de los costos dijo que ha sucedido en muy poca medida. “Los libros de tapa dura tiene mucha mano de obra. El papel pesa, pero pesa un 30%. En los libros de texto pesa un 70%. Ahí tiene que subir [de precio], no hay más remedio”. Y también mencionó la falta de papel ahuesado. “Está faltando. Y lo grueso para tapas está complicadísimo, así que las tapas van a ser más blandas o de otro material. Pero a nivel de ahuesado es lo que se consigue. Los proveedores están comprando donde les pueden vender. No soy un participante más fuerte en el mercado, y aun así me he dado cuenta de que cuando quiero cotizar tengo un lío bárbaro para conseguir este papel”.

De los consultados, el único que relativizó el problema fue Sebastián Leone, gerente comercial de Fanapel. “El papel para editorial lo estamos fabricando en nuestra planta de Argentina y estamos teniendo abastecimiento normal. Había problemas en otros lados, donde el abastecimiento es asiático, con todo ese problema de los contenedores y el aumento de los fletes. Pero si es abastecimiento regional o hasta de Estados Unidos, no está habiendo problema”.

“Nosotros traemos de Argentina, algún otro colega trae de Brasil y hasta de Chile. Si bien había papel asiático, los colegas importadores que son bastante más pequeños tuvieron la posibilidad de timonear entre un origen y otro”. Confirmó que tiene “material en stock” y que viene “bien” de ventas, y negó un cambio fuerte en los precios.

Dayana Silvera, responsable de producción de Penguin Random House Uruguay, dio la perspectiva desde la editorial y contó que el contacto con la filial en España les permitió ser precavidos. “Pero finalmente nos pasó el mes pasado que alguna de nuestras imprentas no tuvieran opciones de papel para los libros de texto corrido, que son los que más imprimimos. No teníamos papeles ahuesados. Hay talleres con más capacidad de lugar y financiera de stockearse de papeles, y como es algo que fuimos hablando durante todo el año y vimos que pasaba en otros países, pudimos atajarnos”.

“Lo positivo es que, al imprimir menos libros, con menos toneladas de papel nos arreglamos. Pero como somos muy chiquitos, los distribuidores de papel prefieren venderles a otros mercados”, agregó Silvera. “Además, al no haber papel y estar todos los clientes peleándose por pocas toneladas de papel, están subiendo los precios como quieren. Somos rehenes de lo que nos cobren”.

Pese a que tuvieron subas cada tres meses de los precios de producción de los libros, no hubo ajustes en el precio de venta más allá del aumento anual. “Pero seguramente la próxima vez esto se vea reflejado. Todos los actores de la cadena están tratando de bancar el golpe y lo van absorbiendo de a poquito: una parte la distribuidora de papel, otra parte la imprenta, y nosotros tratamos de no trasladar todo el aumento a los libros, porque entendemos que no es un momento para aumentar los precios”. Fuentes de otras editoriales confirmaron que imprimir está “absurdamente caro” y más con los márgenes de ganancia que tienen.

Silvera habló de un nuevo panorama. “En Uruguay, Argentina y Chile se utiliza mucho el papel de celulosa argentina, que está sobrevendido, pero empezaron a aparecer otras opciones de compra. Las papeleras en Brasil empezaron a ser más competitivas; se compraba mucha cartulina pero no tanto papel ahuesado, y ahora apareció una opción de papel ahuesado a buen precio. Han aparecido otros actores que nos dan una manito como para no tener que aumentar tanto”.

Dio el ejemplo de Las cenizas del Cóndor, de Fernando Butazzoni. “Con ese libro nos dimos cuenta de que no teníamos papel. Lo queríamos hacer en celulosa argentina, que al ser de pasta mecánica no se oxida. Nos quedamos sin papel en ese momento y eran 3.000 ejemplares de un libro de 800 páginas. Necesitábamos conseguir una gran cantidad de papel, porque no podíamos hacer una parte con un papel y otra con otro. Tuvimos que usar un papel de más gramaje y el costo del libro aumentó un poquito más de lo que teníamos previsto, pero el libro tenía que salir”. Y en el caso de Historias de sicarios en Uruguay, de Gustavo Leal, “hicimos cuatro ediciones en cuatro papeles distintos, porque nunca teníamos el mismo en stock”.

En cuanto al posible final de la problemática, Chebi dijo que “estiman que será en el segundo semestre de 2022. Hasta entonces se vivirán cosas como estas. Es oferta y demanda: hay mucha más demanda, pero también de fletes, barcos y contenedores. Cuando haya más barcos, vuelva a venir papel de China y entren las fábricas que están anunciadas, va a bajar el precio. Esto no vino para quedarse”.