Son pocas las que quedan vivas y, pese al paso de los años y el silencio de los responsables, siguen siendo un bastión de la lucha por verdad y justicia.
El 21 de noviembre de 2018 murió Luisa Cuesta, una de las fundadoras de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos y símbolo de la lucha por los derechos humanos, la memoria y la justicia. Tenía 98 años. Fue una de las muchas madres que fallecieron sin conocer el destino de sus hijos detenidos desaparecidos en la última dictadura. Son pocas las que quedan vivas y, pese al paso de los años y el silencio de los responsables, siguen siendo un bastión de las generaciones que las sucedieron y sucederán en su cruzada por la verdad.
“Todas las madres que se han ido: Luz [Ibarburu], Violeta Malugani, Ester [Gatti]. Y las que vamos quedando… Creo que los dedos de una mano sobran. Debemos de quedar tres o cuatro. Pobre Luisa, ¿te das cuenta? Se va con 98 años, después de tanto luchar. Siempre buscando a los desaparecidos, la verdad, la justicia. Y nos vamos yendo. Estemos vivas o estemos muertas va a ser lo mismo: la impunidad. Nos mata la impunidad”, dijo Alba González, mamá de Rafael Lezama, al día siguiente de la muerte de Cuesta, en una nota para Informe capital. Pero incluso con el dolor a flor de piel, González dio un mensaje de esperanza: “No vamos a desesperar, vamos a seguir, porque los jóvenes son jóvenes y siguen. Y tienen mucha fuerza”.
Ahora, González tiene 87 años. Su hijo, Rafael Lezama, tenía 23 cuando lo desaparecieron, en 1976. Era estudiante de Derecho y militaba en el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), en el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y en la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU). Según documentos de inteligencia en posesión de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, Lezama fue detenido varias veces cuando era estudiante del Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. A principios de 1973 viajó a Chile y luego del golpe militar en ese país se trasladó a Argentina.
Lo detuvieron el 1° de octubre de 1976 en plena calle, después de salir de su casa en Buenos Aires, cerca de las 16.00. No hay testigos ni testimonios sobre el momento de su desaparición, pero se sabe que estuvo recluido en el centro clandestino de detención (CCD) Automotores Orletti, que funcionó durante 1976 bajo el mando de la Secretaría de Inteligencia del Estado argentina en coordinación con el Ejército y militares uruguayos, en el marco del Plan Cóndor. Se estima que por allí pasaron más de 300 personas secuestradas, incluidos ciudadanos uruguayos.
1976 fue un año marcado por una dura represión contra el PVP, en el que decenas de militantes fueron apresados por el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), interrogados y torturados, entre ellos, Elena Quinteros. Se estima que Lezama fue trasladado el 5 de octubre de 1976 hacia Montevideo en un vuelo clandestino, como la mayoría de los militantes del PVP secuestrados en Argentina. Sus restos aún no fueron hallados.