Henry Borges y Mariana Mederos, judocas rumbo a Tokio 2021

Lo único que diferencia al judo olímpico de esa misma disciplina en los Juegos Paralímpicos es una mínima modificación reglamentaria. En lugar de comenzar frente a frente, separados por unos pasos de distancia, los judocas, parados sobre el tatami, comienzan la lucha ya sujetados por sus judogis (como se le llama a la vestimenta).

Henry sujeta a Mariana y ella lo sujeta a él. En los próximos instantes buscarán hacer caer al otro sobre sus espaldas de una forma que a muchos de nosotros nos resultaría dolorosa. Cosa de todos los días, un entrenamiento más que esta vez tiene lugar en Montevideo, pero que habitualmente sucede en su dojo (espacio de práctica de judo) en Rivera. Ahí, en el norte del país, están los lugares a los que Henry puede llamar sus tierras. El Artigas natal, la Rivera donde hoy reside y forman una familia junto a Mariana, a su hija Itiana y a su hijo Facundo.

Cruce de caminos

Borges nació el 30 de abril de 1983 y la vida lo entrenó de chico para enfrentarse a las dificultades. Las económicas, que moldearon el contexto en el que se crio y en el que vive, y las de salud, que a los seis meses se presentaron con nombre de meningitis. La enfermedad también moldeó un contexto adverso. Apenas un bebé, batalló en coma durante un mes. Fue su primera victoria. Sobrevivió a la enfermedad, pero esta dejó sus secuelas y el niño comenzó a sufrir retinitis pigmentaria, hasta que a los nueve años quedó ciego.

“Aunque a algunos les suene un poco feo, yo agradezco a la meningitis porque a través de eso que me pasó pude tener todo lo que tengo hoy, como una familia y el deporte que amo hacer”, contaba Henry en una entrevista al canal 10 hace un par de meses. El judo es su vida, en un sentido pasional, metafórico, pero también literal. Es el medio de vida con el que se abrió paso en competencias internacionales como destacado luchador y también en su comunidad, dando clases.

En busca de una educación específica para personas ciegas, que le permitiera desarrollar aptitudes para conseguir su autonomía, aquel pequeño de nueve años viajó a Montevideo. Estuvo un tiempo en un internado, una escuela para personas ciegas, y luego fue a vivir con sus tíos, en La Teja.

Mariana nació el 12 de julio de 1982, y desde entonces padeció problemas de baja visión. Conoció a Henry en el Centro Tiburcio Cachón, donde ambos recibieron formación, y volvieron a encontrarse en Nexos, otra institución para el desarrollo de personas ciegas. Su infancia también estuvo moldeada por un contexto económico adverso. La casa familiar, la de sus padres en Montevideo rural, fue la primera vivienda conyugal luego de que Mariana y Henry se casaron.

Desde entonces han caminado juntos y han librado interminables luchas, hasta encontrar este nuevo rumbo, que tiene por destino Tokio, en un sueño compartido que transitan por el “camino de la suavidad” (eso significa la palabra “judo” en japonés).

Foto: Alessandro Maradei

El camino esta vez es más largo que nunca. No sólo porque Japón está del otro lado del mundo, también porque el sueño se postergó un año. Un año en el que Henry y Mariana vieron afectada su principal fuente de trabajo en el día a día. Sin poder dar clases en la plaza de deportes de Rivera, accedieron a una habilitación de parte de las autoridades para que, al menos, les permitieran entrenar.

Ya instalados en Bakú, Azerbaiyán, afrontarán el 25 y el 26 de mayo una competencia y el 19 y el 20 de junio otra, en Inglaterra. Son las últimas instancias en las que se pueden obtener puntos para el ranking mundial, clasificatorio a los Paralímpicos. Él ocupa de momento uno de los cupos, que debe mantener, mientras que ella todavía debe escalar un par de puestos.

Camino largo

Ningún deportista uruguayo tiene mayores aspiraciones que Henry Borges en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2021. Será su cuarta presencia, si logra clasificar, cifra que se acompasa a la de nombres como Milton Wynants, Alejandro Foglia y Andrés Silva. Son los únicos uruguayos que estuvieron tantas veces presentes a nivel olímpico. La tercera no fue, pero Henry quiere que la cuarta sea por fin la vencida y volver con una medalla. Argumentos sobran.

A los nueve años el artiguense comenzó la práctica del judo, una forma de ejercitarse en un deporte que no necesitaba de adaptaciones para personas ciegas, por lo que podía aprenderlo y entrenarlo con y contra cualquier otro judoca. Y entonces aquel agradecimiento a la meningitis, que según Borges pocos entienden, se convierte en un mapa lleno de líneas trazadas, de ida y vuelta, porque siempre vuelve a casa, pero en movimiento.

Henry compitió en mundiales en Portugal y en Corea, en Juegos Paralímpicos en Grecia, China y Brasil, también ha viajado a Francia, a Canadá y a Inglaterra, y ahora está en Azerbaiyán. Cada vez que se sube a un avión y va a competir se enfoca en el judo, pero también presta atención a las músicas que se escuchan en otros países. Hábil para la guitarra, Henry oye los ritmos extranjeros y, por supuesto, siempre prueba el plato típico, donde sea que vaya.

“Muchos dirían que si no hubiese tenido esto podría haber sido una persona diferente. Yo creo que si no hubiese tenido una meningitis a los seis meses, seguramente estaría trabajando en Artigas, porque no me habría movido de ahí”.

Moverse dio resultado. El judo, su forma de vida, también le ofrece la adrenalina de la competencia. Tres veces campeón panamericano (dos veces en Juegos Parapanamericanos 2015 y 2019 y una vez en el panamericano de la disciplina, en 2020), ya tiene también dos diplomas paralímpicos, de Atenas (7º) y de Río (5º).

“Siempre fui un judoca resistente. Trato de comer físicamente a mis rivales para luego comenzar mi lucha, y por eso arranco un poco defensivo, planteando una lucha más pesada”, cuenta sobre su estilo. Además ahora, con los años, dice que esa estrategia lo ayuda para que los rivales no lo atropellen con su juventud. El judo divide sus competencias en categorías por peso y Henry Borges participa en la de menos de 60 kilos. Son todos muy rápidos y livianos, pero él se considera también rápido y fuerte. “Me gusta mucho el suelo, sé llevarlos ahí y defino muchos combates en el piso”, detalla. Las posibilidades de ganar una lucha de judo con técnicas de suelo responden a llaves por inmovilización, estrangulación y sus preferidas: las palancas a los brazos, las luxaciones.