Uruguay llegó a 33 medallas

Santiago Catrofe recorría la última curva de la pista. Llevaba casi 14 minutos corriendo alrededor de ese mismo tartán de 400 metros. Delante de él se ubicaba un atleta argentino, pero la planificación venía saliendo como lo esperaba. Eran los últimos 100 metros de la prueba de 5.000 metros, en la que Catrofe finalmente terminaría segundo. Apretó el paso, pero no consiguió doblegar a su rival, que cruzó la meta en primer lugar. Menos de un segundo después, el uruguayo atravesó la línea, sin la victoria que fue a buscar.

“Es un orgullo poder darle una plata a Uruguay; le quería dar otro color, pero estoy contento con el resultado”, dice Santiago minutos después. En ese momento, la delegación celeste sumaba su trigésima tercera medalla en estos Juegos Sudamericanos de Asunción. 33, como los orientales, pero el número se antoja importante por otra razón: Uruguay superó en Asunción la cantidad de medallas obtenidas en los Juegos Sudamericanos pasados, en Cochabamba: 32. El miércoles fue un día en el que se acumularon ocho medallas en total, cinco de plata y tres de bronce. Además, ya hay aseguradas al menos dos más en boxeo y bochas, mientras que todavía faltan competir figuras como Deborah Rodríguez y María Pía Fernández, y el mismo Catrofe, que volverá a la pista para los 1.500 metros a buscar otra. “Hay que descansar, estar tranquilo y darlo todo”, dice.

“Me hubiese encantado hacer una mejor marca que me permitiera estar con el oro, pero es el final de una temporada larguísima y fue un buen salto para el momento en el que venía. Una plata es importante”, cuenta Emiliano Lasa. Este fue su mejor año, según él mismo. Se ubicó en el sexto puesto en el Mundial de atletismo, entró entre los seis mejores a la final de la Diamond League, el principal circuito del mundo en su deporte, y marcó también su récord nacional de 8,28 metros. Pero tanta competencia pasa factura y en estos Juegos Sudamericanos no pudo revalidar el oro. Su registro fue 7,93 metros, detrás del peruano José Luis Mandros, que consiguió un precioso salto de 8,07 metros. Se acabó el año y habrá descanso para Lasa hasta 2023: “Estoy contento de poder cerrar así”.

Todos a bordo

El día comenzó con dos medallas de plata en canotaje. La primera la consiguieron Matías Otero y Julián Cabrera. La prueba era K2 (kayak para dos personas) 500 metros. La siguiente la obtuvieron en K4 500 metros Otero, Cabrera, Santiago Melo y Sebastián Delgado. “Estamos emocionados porque apretamos a un barco olímpico que estuvo en Río y en Tokio. Nos faltó un metro más para alcanzarlos y ahora tenemos esperanzas de llegar a más”, comentó Delgado tras la competencia.

Con las tres medallas que suma hasta el momento el canotaje (dos obtenidas el miércoles y una en K1 1.000 metros el martes, de Matías Otero) en tres pruebas disputadas, los deportes “de barco” llegan a 15 en estos Sudamericanos. Se completa esa cifra con las diez en remo (seis de oro, dos de plata y dos de bronce) y las dos de plata en vela (Dolores Moreira y la dupla Ricardo Fabini/Carolina Rodríguez).

En canotaje, o piragüismo como le dicen en España, algunas razones del éxito las explica Delgado: “Parte de todo es que los chicos se fueron tres meses a entrenar a España. Considero que en los últimos cinco años ha subido mucho el nivel. Tuvimos la buena suerte de que el Club Kayak Tudense nos ha brindado todo para poder entrenar allá”. Queda en Galicia, en Tui. Delgado vive allá y fue el pionero, el primero en llegar a aquella ciudad española donde hoy también están sus compañeros Matías Otero y Martín Gorriti. Pero además en esa ciudad se prepara la selección de remo. “Yo fui hace seis años y me dieron todo para poder explotar deportivamente. A nivel europeo es uno de los mejores clubes”, asegura el palista uruguayo. El río Miño tiene allí largos kilómetros para entrenar, cosa que en los ríos de Uruguay también sucede. La diferencia, considera Delgado, es que en Galicia “hay mucha cultura de deporte náutico, remo y piragüismo, con muchos apoyos a nivel local y nacional”. Los uruguayos llevan su talento y representan al club, allí les dan un entorno inmejorable a nivel competitivo para poder exigirse al máximo y poder pertenecer al alto rendimiento. ¿Cuál es el sueño? Lo contesta Sebastián: “Ser medallistas en un Mundial, donde ya hemos sido finalistas, tanto Matías solo como yo con él, y aspiramos en un futuro a conseguir una medalla olímpica”. Para lograrlo, primero hay que querer y creer.

Pies sobre la tierra

Los judokas pisan fuerte cuando suben al tatami. Los encamina una escalera corta, de tres o cuatro peldaños, para entrar al escenario de la competencia. Algunos apoyan primero el pie derecho y luego el izquierdo, otros saltan y aterrizan con fuerza. Compiten descalzos sobre un suelo de goma. Quien haya visto una lucha sabrá por qué es necesario que el suelo sea blando. Los aterrizajes son de espalda, porque el objetivo es tirar al rival, someterlo. Así cae primero Jonhelius Patete, un venezolano de 19 años que diez segundos luego de comenzar la pelea y tras intentar derribar dos veces al uruguayo Rodrigo Gamou, de 24, recibe el contraataque y un punto en su contra. Gamou hace bueno ese punto, resistiendo los cuatro minutos de enfrentamiento y consiguiendo escapar de una maniobra de inmovilización que hubiese sido la derrota. El celeste también propuso lo suyo, no por casualidad terminó ganando la lucha y la medalla de bronce.

“Es el reflejo del laburo de todos los días y es la devolución a toda la gente que está atrás y que se rompe el orto para que todo salga”, dice sin pelos en la lengua. Piensa en familia, amigos, entrenadores: “Es un desahogo tremendo, porque haciendo lo mejor, es la mejor forma de devolverles todo lo que me ayudan”. Sueña con esto desde hace años, afirma entre lágrimas: conseguir una medalla con Uruguay en unos Juegos Sudamericanos, pero también lo sueña a nivel de Juegos Panamericanos y Olímpicos, a los que quiere ir desde que tiene ocho años. “Que el entrenamiento dé sus frutos y todo salga bien a veces está bueno”, y salió.

Un rato más tarde aterriza otro venezolano, Carlos Páez, de 21 años. Lo tira Mikael Aprahamian, de 34, y la lucha termina. Ippon. “Estoy megacontento. Es mi tercera participación y mi primera medalla en Juegos Odesur. La estaba esperando, la quería”, dice Mika con el bronce ya en su pecho. Aprahamian debió inscribirse en una categoría superior a su categoría habitual. Compitió en -90 kg, cuando habitualmente lo hace en -81kg, la categoría en la que Gamou fue bronce. Sólo puede ir uno por país, y Rodrigo se ganó el cupo. Mika, que es un experto en la disciplina de ser consecuente con lo que desea, no se rindió y compitió de todas maneras. “Fue un desafío, pero yo lo vine a disfrutar un montón, sin presiones”, dice sobre cómo encaró la competencia. “Vinimos todos, acá estamos, lo logramos y es una felicidad para el judo uruguayo, que tiene que tener confianza de que se puede”, asegura. Mika llegó con mucho esfuerzo, sudor y lágrimas a sus primeros Juegos Olímpicos en 2021. Lo hizo tras dos ciclos de mucho esfuerzo. No pudo ser en Río de Janeiro, pero sí en Japón. De las experiencias sigue aprendiendo y creciendo, superándose. Ahora también es medallista en los Juegos Sudamericanos.

Por si todo lo anterior fuera poco, las Cimarronas consiguieron la medalla de bronce al vencer 7-0 a Paraguay en un torneo en el que merecieron más. Perdieron apenas 1-0 con Argentina, empataron 0-0 con Chile y con estas últimas desempataron por saldo de goles la posibilidad de jugar la final. Estaban igualadas en saldo, pero en goles a favor Chile, que había caído 4-1 con Argentina, se quedó con el cupo finalista. Al final Uruguay fue bronce y las chilenas le robaron el oro a Argentina, por penales. Demasiado poco premio para un equipo celeste que desafió con mucho carácter y un juego cada vez más aceitado a sus rivales. El hockey uruguayo soñaba con competir; ya lo hace. Ahora sueñan con jugar un Mundial de mayores, porque ya jugaron el sub 20 este año, y quién sabe, tal vez algún día estar presentes en los Juegos Olímpicos.

Del boxeo llegó la medalla que falta reseñar. La consiguió Camila Piñeiro tras perder la final contra una representante de Colombia. Fue la segunda medalla del boxeo en estos Sudamericanos y este jueves llegará la tercera, porque hay otro finalista. Cuando el periodista Andrés Cottini le consultó a Camila si tenía intenciones de clasificar a París, la boxeadora contestó: “Claro, si no, no estaría haciendo todo esto”. Otro sueño olímpico crece.

Entre tanta subida al podio, el punto no tan bueno es no haber conseguido más medallas de oro desde la participación en remo. Han sido varias las chances, pero no se han concretado y ahora el local Paraguay pasó al octavo lugar del medallero con su oro en fútbol masculino. Los locales tienen igual cantidad de oros que Uruguay (seis), pero más medallas de plata por el momento. Hay en la delegación uruguaya una ambición de vencer a los locatarios en el medallero. La puerta está abierta, pero hacen falta más medallas doradas.

El precio de la gloria

En las últimas horas, la Secretaría Nacional de Deportes (SND) confirmó los detalles de una noticia que ya se había dado días atrás: todos los medallistas recibirán un premio económico en estos Juegos Sudamericanos. El cobro se hará efectivo mediante una tarjeta prepaga del Banco República, y los montos establecidos para los medallistas fueron anunciados este miércoles. En los deportes individuales los medallistas de oro recibirán 60.000 pesos, los de plata 20.000 y los de bronce 12.000. En los deportes colectivos, considerándose colectivos los que involucren equipos de dos o más personas, se duplican esos montos, pero se hace un único pago por equipo. Además, los entrenadores de medallistas de oro recibirán un único premio, sin importar cuántas medallas de oro cosechen sus dirigidos, de 60.000 pesos. Hasta el momento, solamente Osvaldo Borchi (entrenador de remo) es acreedor de ese incentivo.

El dinero proviene de la Fundación Deporte Uruguay, organismo integrado por la SND y el Comité Olímpico Uruguayo, y cuenta además para este cometido con el apoyo del BROU.