Melillo Dinis do Nascimento y Nelson Villarreal analizan los escenarios que dejaron los ataques del 8 de enero en Brasil.
Nelson Villarreal y Melillo Dinis do Nascimento
Foto: Mara Quintero
Publicado el 21 de enero de 2023
Escribe Cecilia Pérez Otero en Brasil Publicado por “!La Diaria”
El abogado y analista político brasileño Melillo Dinis do Nascimento y el cientista político uruguayo Nelson Villarreal integran un grupo de trabajo sobre las democracias desafiadas en América Latina. Se trata de una iniciativa que parte de la academia, del trabajo de extensión de Villarreal como docente de Historia de las Ideas de la Facultad de Derecho, pero se cruza con organizaciones sociales y sindicatos. Los dos dieron una charla esta semana en Montevideo con participación de la Universidad de la República, el PIT-CNT y organizaciones religiosas de base. El analista brasileño es además asesor de movimientos indígenas, del movimiento afrobrasileño y de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil.
Con Dinis do Nascimento y Villarreal conversó la diaria sobre la situación política que dejó el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasilia.
¿Cómo salió el gobierno de Lula de los hechos del 8 de enero?
Melillo Dinis do Nascimento: Creo que hay dos formas de verlo. Una es que fue un día de infamia pero con muchas raíces en todo el proceso de la extrema derecha, del papel de los militares en la democracia de Brasil, que siempre fue un factor de turbulencia y que tomó fuerza después del gobierno de Jair Bolsonaro, y por cuenta de los grupos de seguidores de Bolsonaro, que no tienen un perfil único. Están los bolsonaristas más activos, los bolsonaristas pasivos, pero este grupo más violento y golpista está disperso por toda la sociedad de Brasil. Bolsonaro tuvo 58,2 millones de votos, 2% de eso es mucha gente.
Hay otra forma de verlo, y es que este conflicto puede ser también un hecho que convoque a la sociedad, a las organizaciones civiles, a los sindicatos, a la gente en general para luchar contra una erosión democrática más acentuada de lo que ya teníamos en el pasado, especialmente con el gobierno de Bolsonaro, que gastó mucho tiempo destruyendo las políticas públicas, las instituciones, atacando especialmente al Poder Judicial, pero también a instituciones como la prensa. Durante los años de gobierno de Bolsonaro uno de los objetivos fue atacar la libertad de expresión atacando la libertad de prensa. Entonces hay un aspecto, no diría positivo, pero que nos convoca a luchar para encontrarnos con otros demócratas en el continente y para saber que es un momento de crear puentes, dialogar, de no permitir un paso atrás en la democracia, el derecho al voto, y por supuesto la soberanía del voto popular, que es el resultado de las elecciones de Brasil en octubre.
En ese sentido, unió a los brasileños.
Melillo Dinis do Nascimento: No a todos, porque hay una polarización muy grande política, afectiva y también ideológica. Pero dio fuerza al gobierno de Lula y también a los demócratas, que saben que hay un gran desafío institucional, político, cultural y también de comunicación. Tenemos que cambiar la forma de desagregación social que tenemos en Brasil, intentar dar algún rumbo al país mediante las políticas. Si hacemos política y queremos transformar la política en la forma de resolver los conflictos, necesitamos que esta unión no sea para una única posición, sino para tener dos posiciones y dialogar entre ellas.
Nelson Villarreal: Con el bolsonarismo surgió una no política, una antipolítica, y eso constituye de alguna manera un desafío grande para constituir esto.
Melillo Dinis do Nascimento: El modelo político de Brasil es un modelo ultraconsensual que exige una coalición siempre, tanto para gobernar como para ganar las elecciones. Lo que ha hecho Bolsonaro es una política de colisión y no de coalición. Tuvimos cuatro años de locura institucional de un pensamiento reaccionario en el que los derechos humanos, la democracia, los derechos de los indígenas, de los negros, de la gente más vulnerable no eran atendidos ni promovidos por Bolsonaro. Se destruyeron las instituciones pero también se destruyó la política. Eso pasó incluso con una subdivisión del presupuesto público para lo que llamamos en Brasil, en la política parlamentaria, el centrão. El_centrão_ es un grupo de partidos políticos que no están preocupados por la derecha o por la izquierda, están preocupados por la captura del presupuesto público para sus intereses privados. Bolsonaro se alió con estos grupos después de que percibió que podría salir de la política por juicios políticos: acumuló 150 juicios políticos en cuatro años. Su estrategia es por un lado una antipolítica y por otro, una alianza con los grupos más conservadores del Parlamento.
El zigzag permanente de Bolsonaro sirvió para destruir la política por medio de algunas estrategias como las redes sociales radicalizadas, la desinformación, la construcción de narrativas, por ejemplo que el lugar de la mujer es dentro de casa, que los negros son vagabundos, que los indígenas son todos bandidos que no quieren permitir que el capital y el agronegocio se desarrollen. Yo creo que Bolsonaro tiene etapas en su gobierno, tiene un gobierno de colisión, pero al mismo tiempo un gobierno de coalición con el centrão, y en muchos momentos un gobierno de sumisión, de someterse a la lógica de corrupción. Pero lo quería hacer presentándose como alguien ajeno a la política, sin embargo Bolsonaro fue 28 años diputado y cuando llegó al poder mantuvo las prácticas políticas absolutamente deplorables.
Es decir que nosotros tenemos desafíos no sólo en la política micro sino también en la macro. Uno de los problemas es que parte de la población de Brasil no entiende que la democracia es un valor, que los derechos humanos son muy importantes y que la ciudadanía es necesaria como parte de la política. Entonces estamos en un momento en el que, pienso, habrá otras explosiones.
Además nuestras fuerzas armadas, especialmente el Ejército, piensan que son un poder moderador. En Brasil, en el imperio, el papel del emperador era de poder moderador entre Ejecutivo, Legislativo y la Justicia. Don Pedro II tenía poderes constitucionales para llamar a todos y encontrar una solución. Durante la República, que fue un movimiento totalmente militar, con muchas presiones, después, de los principales movimientos políticos de Brasil, los militares estaban presentes siempre hasta la dictadura 1964-1985, pero nunca salió de su escenario ideológico la posibilidad de ser llamados para moderar, para intentar intervenir en la política. Con la Constitución de 1988 eso cambió totalmente. Fue un escenario de institucionalización pero con un grupo de militares que siempre pensaba en volver al centro de la política.
Bolsonaro permitió que estos militares volvieran al centro de la política, nombrándolos para cargos civiles, en órganos del Estado, de gobierno, haciendo un fuerte de militares a su alrededor, casi todos de perfil bajo, porque los grandes líderes del Ejército, los más demócratas, se fueron apartando de Bolsonaro cuando vieron su perspectiva autoritaria. Y una parte de esta gente estaba en el centro de lo que aconteció el 8 de enero, por ejemplo, estimulando. Hubo muchos retirados, pero lo más grave es que también había militares en activo.
Nelson Villarreal: Se fueron creando todas las condiciones para que el Ejército pudiera intervenir, desde el hecho del no reconocimiento de que ganó Lula. Por otro lado, esa hegemonía cultural tiene base social, porque acá es clave que hay una base popular que es antidemocrática que es amplificada por el bolsonarismo.
Melillo Dinis do Nascimento: Hay una base popular con mucha gente y con perfiles muy claros: jubilados -aunque no son todos los jubilados-, quienes trabajan con el agronegocio -aunque no son todos-, gente de clase media. Hay un grupo de gente que no soporta que los pobres vayan a la universidad, que no soporta que haya pobres dentro de los aviones.