Terminó el partido de waterpolo entre Serbia y Grecia, la medalla de oro fue definida en favor de los serbios y con ese cierre, se terminaron también las competencias deportivas de los Juegos Olímpicos (JJOO), una tarde lluviosa de domingo en Tokio, la capital de Japón.
Después hubo tiempo para lo de siempre: una ceremonia de clausura. Fiesta que sirve de marco para apagar la llama olímpica, para dar por cerrada la edición de los JJOO y para entregar a la siguiente ciudad sede la posta. En este caso la recibió París, y por primera vez en la historia hubo imágenes en vivo desde aquella ciudad, presenciadas en cada televisor en el mundo que se haya prendido para ver el cierre, y también en el espectacular estadio olímpico de Tokio.
Se terminaron unos JJOO muy particulares, que se hicieron desear un año más de la cuenta producto de la pandemia. Nunca antes unos JJOO habían sido postergados. A lo largo de la historia moderna de estas competencias, si alguna razón impedía realizarlos en tiempo y forma, eran directamente suspendidos. Eso sucedió durante las guerras mundiales. Los tiempos cambiaron y las circunstancias también, el Comité Olímpico Internacional se animó a juntar a 11.000 deportistas un año más tarde, pero todavía con una pandemia azotando al mundo. El balance es positivo, puesto que en estas condiciones tan particulares se logró un tiempo para disfrutar del deporte.
El costo fue el de unos JJOO sin público en las tribunas, otro de los mojones de primera vez en la historia. Apenas los periodistas, voluntarios y algunos deportistas y oficiales tuvieron permitido el ingreso a las sedes de competencia. El principal perjudicado en esto fue el pueblo japonés, que recibió un evento que no pudo disfrutar en primera persona, dentro de los escenarios. La curiosidad y el entusiasmo truncos volcaron a muchos de ellos a acercarse a los alrededores de los estadios, para ver pasar ómnibus llenos de atletas o de periodistas. Sólo ese mero hecho ameritó para ellos llevar una cámara de fotos para capturar el momento. Así como fotografiaron ómnibus, también llevaron obsequios con ellos. Este domingo, tras la ceremonia de clausura, en la medida en que el control policial lo permitiera, al cierre muchos curiosos se acercaron a las puertas de acceso. Cargaban regalos, como dulces típicos japoneses, lapiceras de Tokio 2020 y los tradicionales pins que se intercambian con frecuencia en estos eventos. Pedían una foto con quien no pareciera japonés, sin importar de quién se tratara. La posibilidad de obsequiar o intercambiar algo, de tener un diálogo para conocer el país de procedencia y de sacarse una foto les devolvió al menos por un instante sus momentos de aficionados, que el estado de emergencia declarado semanas atrás les robó al cerrar las puertas de los estadios.